Hoy lo he hecho por primera vez. Han sido apenas veinticinco minutos pero lo he pasado fatal. Hoy he dejado mi nueva bicicleta encadenada a un anclaje en plena calle mientras resolvía un inapelable papeleo. Cuando he terminado, allí estaba, esperándome pacientemente.
Y no es que yo sea muy posesiva, lo normal, ni que la bicicleta me haya costado un dineral, de hecho, se la compré hace poco a mi octogenario vecino, un señor bajito y entrañable que vende bicicletas de segunda mano algo viejunas o vintage, según se mire. Tras semejante osadía he pensado que lo volveré a hacer, más que nada por amortizar el candado que es de los buenos y porque la emoción de ir en bici es impagable.
Hace relativamente poco que se ha puesto de moda usar la bici como medio de transporte, y es que pedaleando llegamos a los sitios cuatro veces más rápido que andando. Las ventajas de usarla son claras y no descubro nada nuevo: es un ejercicio físico saludable, previene enfermedades cardiovasculares, disminuye el riesgo de padecer sobrepeso, es el medio de transporte más económico y no contaminante, ocupa mucho menos espacio que los automóviles, etcétera, etcétera.
Mola que la cultura del uso de la bici sea cada vez mayor, se necesitan más infraestructuras para promocionar su uso y ahí están los carril bici ganando mayor presencia en nuestras ciudades. Ya lo decía G. H. Wells Cada vez que veo a un adulto sobre una bicicleta, no pierdo la esperanza para el futuro de la humanidad estoy de acuerdo.
Una respuesta para “Las bicicletas son para siempre”